domingo, 4 de noviembre de 2007

DESDE CUBA

Tanta crispación no puede ser buena

Me levanto e intento organizar mi día. Como música de fondo oigo frases que hablan de “pelotones de fusilamiento” que vendrán a ajusticiarnos, de combatir en “la primera trinchera” y de luchar hasta “la última gota de sangre”. Con semejante acompañamiento sonoro está claro que la normalidad no es –precisamente- lo que marca mis acciones.

Sin embargo, a pesar de lo crispado del discurso, me disperso en cosas inmediatas como comer, transportarme y quejarme. Ninguno de estos llamados a la alerta me lleva al sobresalto, sino que me encojo de hombros y activo la sordera voluntaria. Me preocupa esta insensibilidad que noto en mí y que me protege del continuo estremecimiento. Tanta saturación de llamados a la guerra, al enfrentamiento y la batalla, ha embotado mis naturales instintos para la alarma.

Preferiría, después de tan prolongada convulsión, que la palabra de orden no fuera “coraje” sino “bienestar” o “felicidad”. Que mi familia no tuviera que probar su valor o su disposición a morir por una idea y que los gritos a la inmolación y a la resistencia, dejaran su lugar a los reales deseos de reconciliación y armonía. ¿Resulta eso tan difícil de lograr?

Comentario de Yoani Sánchez

La Habana, 27 de octubre de 2007

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